Estimados Campero y Mr. Wilson (y de paso al resto de visitantes):
He de confesar que al principio me alarmé un poco, aunque ahora me congratulo de que ambos os entendáis (como no podía ser de otra forma).
No obstante quiero aprovechar la ocasión para posicionarme en esta cuestión semántica y para ello citaré a mi buen amigo y espejo de las letras venatorias que es Mariano Aguayo. Nos dice en Trofeo de Agosto de 2.011:
“.....Un día, hace ya muchos años, me desconcertó oír decir a un periodista del sector de la caza que no convenía decir matar por no resultar políticamente correcto. Era preferible el verbo abatir, más tolerable para la sensibilidad de la gente. Bueno
Y es que las cosas iban evolucionando. Cada vez había que esconder más nuestra afición o justificarla como higiénica para el medio. Y los cazadores picamos, camuflándonos en lo posible y ostentando a voz en grito nuestra condición de ecologistas. Acabamos con la boca llena de conservación y, ya en pleno orgasmo ecológico, de sostenibilidad, palabra panacea universal para todos los males de la madre tierra. Y, mientras nos humillábamos, olvidábamos aquel viejo refrán que dice que mientras más te agachas más se te ve... bueno, eso” (sic. Magister dixit).
No puedo estar más de acuerdo.
A Mr Wilson le diría que tengo la esperanza de que entienda en toda su extensión este castellano perfecto, casi poético, aun en defensa propia. A ti, querido Campero, que si los que levantaron la caza tal y como la conoces, y con su “matar bichos” y su proceder, consiguieron que lo poco que nos ha llegado incólume fuera gracias a ellos, que seas un poco más tolerante con el lenguaje de los demás, que no con sus procederes cuando mal obraren.
A mayor abundamiento invitaría a que leyeran el articulo que otro maestro escribiendo, Antonio Pérez Henares, publicó en Trofeo de Julio 2011 con el título “Aviso que no tengo ya un pase”: Entre otras cosas nos dice en la entradilla de su sección “A la guerra galana”:
“...Es bien cierto que con los cazadores la gente suele tener muy poca educación... basta que se descubra nuestra afición para que el mal educado de turno comience una perorata ofensiva y nos recrimine lo que para él supone un comportamiento deleznable” (sic).
Pues bien, yo tampoco tengo un solo pase más... pero desde hace mucho tiempo y, a veces, así me luce el pelo, más no por eso voy a dejar de hablar claro.
¿A cuento de qué saco a barrer estos temas? Si nosotros, que al fin y a la postre comulgamos del mismo pan, andamos a la gresca por un quítame allá esas pajas, tendremos justo lo que merecemos.
Te recuerdo, amigo campero, y lo hago con el mejor ánimo constructivo, que la frase motivo de este pequeño rifi-rafe, y que yo escribí en la anterior entrada fue: ”Al poco un orejón se deja asesinar al borde del carril”. Pues es una manera de hablar para expresar que lo tiré fácil matándolo antes de que se volviera, y adiós muy buenas. Si digo abatí, cobré o... cacé fácilmente, en modo alguno transmitiría la VERDAD del momento; y lo hice en “román paladino” (con el cual suele el pueblo hablar con su vecino, tal y como expresó Gonzalo de Berceo allá por 1.230), simplemente porque aquello fue un fusilamiento... alegórico si lo prefieres. ¡Caray, Campero, que son metáforas, cagonsatanas!
Y para terminar voy a escribir algo políticamente incorrecto, pero es que si no reviento: De entre todos los posibles lances que nos depara la montería (sí, Campero, ya sé que lo tuyo es la caza menuda) lo que me vuelve loco es el remate a cuchillo. Y si me sube la sangre hasta el codo y me tengo que lavar la cara con vino a falta de agua para quitarme cerdas y rúmen, pues mejor que mejor. Así, revuelto entre perros valientes y con el marrano bien muertecito tras revolverle el cuchillo clavado hasta la cruceta, sucio como cuando nací, así... Así me gustaría morir a mí.
Sangre y muerte. Téminos implícitos a esta actividad felicitaria. No nos andemos con eufemismos.